El perseguidor,
de Julio Cortázar.
Ilustraciones de José Muñoz. Edición El Zorro Rojo.
Desde alguna mesa redonda de este blog ya se ha mencionado al autor y más de una vez me lo han
recomendado. Son de esos autores que tanto suena y están tan presentes en la
estantería de la librería que das por supuesto que habrá ocasión de leerlo en
otro momento y no te pones a ello; demasiados libros por leer que se quedan en
el olvido por esta razón…
Me he decidido
por la edición de El Zorro Rojo por ser una publicación cuida e ilustrada, así
voy alternando libros tradicionales, en formato electrónico o con
ilustraciones. Para que haya variedad.
Me ha parecido
principalmente una historia arriesgada, tanto en los giros que da en la
narración como la duda existencial de los personajes.
El escritor
argentino nos lleva a las noches francesas de los años 50. A través de Johnny
Carter jazzman saxofonista que se mueve entre la genialidad del músico y las
drogas, y Bruno un crítico que escribe la biografía del músico. Nos va
desgranando una relación personal y de negocios entre ambos, en el que no se
sabe finalmente quién está más pendiente de las críticas si uno y otro. El escritor desea la aceptación de su trabajo por parte del músico. He creído entender un conflicto entre el que crea y el que dice lo que hay que crear.
Mientras avanza esta historia corta Johnny
parece cada vez más centrado en la realidad que le rodea a pesar de que sus
acciones están motivadas por querer huir constantemente de ella, Bruno comienza
dudando y termina temiendo que el músico desmienta las conclusiones de su
novela basada en la vida de este y dé al traste con su trabajo y sus
beneficios. Es donde comencé a plantearme si Bruno se movía por intereses
altruistas y por amistad cuando ayuda al músico, o por el contrario existe unos
fines egoístas y comerciales, y es que este planteamiento me surge con los que rodean a los esclavos de sus vicios; quizás estas última parte es una lectura demasiado personal.
Recomendación,
leerlo escuchando de fondo a Miles Davis, por ejemplo.
—Lo que pasa es que se creen sabios —dice de golpe—. Se creen sabios porque han juntado un montón de libros y se los han comido. Me da risa, porque en realidad son buenos muchachos y viven convencidos de que lo que estudian y lo que hacen son cosas muy difíciles y profundas. En el circo es igual,
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