jueves, 30 de julio de 2015

Lo que sueñan los insectos


Lo que sueñan los insectos , de Javier Quevedo Puchal. Editorial Punto en Boca. Prólogo de Ángel Luis Sucasas 

Finalmente no ha sido Cuerpos descosidos sino Lo que sueñan los insectos la novela con la que me he estrenado de este autor, aunque ya en La ciudad vestida de negro tuve un aperitivo.
Tenía referencia en entradas de blog que sigo como el de Athnecdotario Incoherente de esta novela  e incluso he estado en una presentación que se hizo de la novela.
La tenía desde hace tiempo y la he ido leyendo poco a poco porque los personajes y la historia así lo permiten.

Sinopsis en la web de la editorial:
Isabel, una joven de familia acomodada, desaparece de su casa de Sitges sin dejar rastro. Por desgracia, ni la Policía ni el investigador privado contratado por el padre de la desaparecida, el magnate cinematográfico Didac Sardà, consiguen arrojar luz al caso.
Cuando Milena, la mejor amiga de Isabel y experta en demonología, recala en Madrid durante una gira promocional, el reencuentro con Didac volverá a abrir viejas heridas. Y es que el padre de su amiga cree haber dado con una pista que podría llevar a Isabel. Una pista que solo Milena parece capacitada para seguir. Lo que ella no sospecha es que la madeja que desenredarán sus investigaciones sacará a la superficie algo más profundo que la verdad y más aterrador que las entidades demoníacas a las que se enfrenta cada día: su propio pasado.
Lo que sueñan los insectos es mucho más que un thriller paranormal intenso y perturbador: es un viaje emocional de suspense creciente, que desemboca en una insólita reflexión sobre lo que somos y lo que podríamos haber sido. Sobre lo que dejamos atrás para perseguir nuestros sueños y lo que nos deja a nosotros cuando creemos haberlos conseguido.
Es una narración que ahonda en los sentimientos y en las relaciones que tienen cada personaje con el otro. Permite leerla despacio, porque aunque es un thriller en el que hay acción la historia es lineal sin cambios bruscos y las referencias a momentos pasados están bien explicadas, no te pierdes intentando recordar lo sucedido sino que es una novela que te crea inquietud sobre lo que sucederá.

Me ha impresionado la narración del personaje de Isabel, pese a estar desaparecida físicamente la mayor parte del tiempo es el personaje principal y es en ella en la que se crea una incertidumbre difícil de explicar. La historial es original  y si me empeño en hacer un análisis sobre el argumento, más bien lo centraría en novelas filosóficas como la Metamorfosis, de Franz Kafka, sobre la trasformación de las personas o de autoayuda como El demonio y la señorita Prym, de Paulo Coelho, sobre la superación de los miedos.

Aparte de Isabel, la desaparecida, tenemos como personajes principales a:
Milena; la experta demonóloga amiga de Isabel,
Diego, marido y secretario de Milena,
Goyo, ayudante del matrimonio Sardá y que encarga a Milena la búsqueda de Isabel
El matrimonio Sardá, padres adinerados de Isabel que nuevamente intentan un medio alternativo para encontrar a Isabel.

Los que en principio podría afrontarse como una novela policíaca es una novela paranormal porque van a aparecer los demonios sobre los que Milena es experta, se han convertido en su carrera profesional. En la figura de Diego, su secretario profesionalmente y marido personalmente, se teoriza sobre otros demonios más reales de la vida cotidiana como son las agresiones en la pareja, la superación del miedo y a la abertura a los demás.

Ambos comienzan a buscar a la desaparecida Isabel, no sabiendo bien si se ha fugado o ha sido secuestrada. Nos encontramos así con novio suyo que ha pasado de ser hijo bien a ser un indigente que hace figuras de arena en la playa, a Coco un transexual que compartía escenario y amistad con Isabel, y a Eusebio un enigmático empresario alemán.

Todos los personajes a medida que vas pasando páginas sufren un cambio en sus vidas significativas y tú como lector te vas introduciendo en las emociones de ellos.

Me quedo con el broche final de la novela.

…incluso en el pedregal más seco, en el erial más baldío, pueda llegar el día en que eclosione, inesperado, un brote verde.
Y la imagen de un cuadro.

Saturno devorando a su hijo, de Goya



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